La estética: camino de acceso a Dios

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Este pasado fin de semana hemos visitado Salamanca, con motivo del fin de exámenes.

Comencé el viaje a Salamanca un poco cansado por los exámenes, pero con una buena disposición para admirar tanta belleza. Nada más ver que es una ciudad de luz con muchísima historia empezaron a abrirse mis expectativas, mi impresión de su monumentalidad acompañada de su historia me pareció sublime: las Catedrales, la Plaza Mayor, la Clerecía… fue una visión de piedra fuerte y perenne a las que ni el tiempo ni las vicisitudes han sido capaces de restar ni un ápice de su belleza.

Si tuviera que calificar mi viaje a Salamanca después de las condiciones que empecé no solo diría que fue fructífero, sino casi milagroso. Volver a la realidad de la convivencia con mis compañeros en un lugar tan estético me procuró un bienestar y un acercamiento a lo divino que me llenó de satisfacción.

A veces valoramos poco la estética, que en algunos momentos es tan importante para ayudarnos a sacar de nosotros situaciones y disposiciones positivas, a mí me ha ocurrido en Salamanca. Estaba cansado y un poco reacio para el optimismo. La estética del ambiente fue lo adecuado para levantarme el ánimo y sacar de mí lo mejor. En un momento de oración y de acción de gracias percibí algo que necesitaba, un gran refuerzo de mi fe que, aunque a Dios gracias no me falta, a veces necesita estos recordatorios. Viendo esos edificios cargados de fuerza e historia me reafirmaron que algo bien hecho puede después ser eterno.

Ciertamente ha contribuido grandemente a esta experiencia, nuestro director espiritual Don Alfonso, que, gracias al hecho de haber vivido en esta ciudad durante algunos años, ha sido para nosotros más que un guía, un maestro que nos ha llevado a la contemplación de Dios a partir de la belleza de esta gran ciudad.

Gracias Señor por el regalo de las cosas bellas y perennes.

Un seminarista.

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