El pasado sábado 26 de Noviembre toda nuestra Iglesia de Getafe celebraba la ordenación de nuestro obispo auxiliar Don José María Avendaño Perea.
Para el seminario, las ordenaciones diaconales y prebiterales son siempre un acontecimiento central del año, en el que celebramos con gran alegría y esperanza, cómo unos hermanos nuestros acaban la formación inicial del seminario, y comienzan la formación permanente en el ejercicio del ministerio sacerdotal. Sin embargo, no todos los años tenemos la suerte de celebrar una ordenación episcopal, y es un gran regalo haber podido celebrar cómo un sacedote de nuestro presbiterio diocesano alcanza el grado pleno del sacerdocio con la ordenación episcopal.
Fue una celebración preciosa en la que se palpaba la alegría y se sentía, con palabras de nuestro obispo, una «calidez de hogar».
Algunos seminaristas tuvimos la suerte de poder vivir muy de cerca la celebración como acólitos y presenciar en primer plano los ritos más significativos como la imposición de manos por los obispos, la oración consecratoria, o la vestimenta de las insignias episcopales. Pero quizá el mayor privilegio fue poder ver la mirada paternal y llena de afecto de Don Gines hacia Don José María, y sus caras radiantes de júbilo.
Durante la homilía, Don Ginés recordó a Don Jose María, entre otras cosas, las cuatro cercanías que el papa Francisco propone para los sacerdotes, y en este caso, para el obispo: cercanía con Dios, cercanía con su hermano en el episcopado, cercanía con el presbiterio diocesano, y cercanía con el pueblo de Dios.
Desde el seminario hemos podido gozar de la cercanía de nuestro obispo auxiliar, pues hoy, 30 de noviembre, fiesta de San Andrés, a cuatro días de su ordenación, Don José María ha venido al seminario, al que considera alma y vida de la diócesis, a celebrarnos la eucaríastía y compartir con nosotros el desayuno.
En la homilía, nuestro obispo auxiliar nos enseñaba que no hay mejor programa pastoral que Jesucristo, y que nuestra vida, como la del apóstol San Andrés está llamada a testimoniar que «hemos encontrado al Mesías». Todos los métodos y lenguajes de la evangelización si no brotan de un corazón que arde en amor a Cristo, se convierten en puro marketing.
Con palabras de Santa Teresa de Jesús: «en tiempos recios, amigos fuertes de Dios», nos animaba a estar con Jesús, tranquilos, escuchando con silencio en el corazón, de rodillas ante el sagrario, configurándonos con la Palabra de Dios, que no es un relato más, sino una historia de salvación.
Solo unos enamorados de Cristo que no tienen el corazón atado a nada, ni por un hilillo fino, pueden dejarlo todo y seguir a Cristo a la misión como San Andrés.
Por último, nos invitaba a cuidar especialmente los pequeños detalles con el Señor, pues con palabras de Santa Teresita del Niño Jesús, «el más pequeño movimiento de puro amor es más útil a la Iglesia que todas las demás obras juntas».
Demos gracias a Dios por el gran don que nos ha concedido con nuestro obispo auxiliar Jose María. Laus Deo, Virginique Matri.
Vuestro seminario.